sábado, 22 de abril de 2017

Pan en sartén

A veces nos apetece la típica tortita mejicana (trigo o maíz, dependiendo de si es del norte o sur de aquel país), o un talo (de maíz, de origen vasco) o carecemos de horno y no nos apetece un pan en cazuela, así que podemos preparar un ríco pan en sarten, que se prepara en un santiamen.

El proceso es sencillo. Hacemos un volcan con la harina y vertemos el agua y la sal en el centro. Integramos todos los ingredientes y amasamos hasta que obtenemos una masa lisa. Como no contiene levadura, no necesitamos levar la masa (si lo hiciesemos, tarde o temprano levaría, porque ni nuestra casa es una zona estéril ni la harina esta libre de impurezas o bacterias) pero sí dejaremos reposar la masa embolada media hora, para que el gluten absorba bien todo el agua y confiera elasticidad a la masa.

Cortaremos porciones de esta masa que, con la mano o con un rodillo, aplanaremos bien, hasta obtener una torta de no más de 2 milimetros de grosor. Esta torta, sin fermentar, la pondremos al fuego en una sarten, preferiblemente de aluminio, para conseguir un pronto dorado y cocinar rápidamente la torta (en otro material, como pueda ser acero inoxidable, como costará que coja temperatura, es más fácil que se hinche la masa, que esta buenísimo, pero no es lo que buscamos en esta preparación concreta) a potencia media-alta.

Cada cierto tiempo, más o menos 5 minutos, miramos el reverso y, si ha dorado, le damos la vuelta. Veremos como salen burbujas en la superficie. Cuanto más fina sea la torta y más temperatura tenga la sarten, menos burbujas obtendremos. El objetivo es una torta flexible con la que podamos enrollar un trozo de txistorra, por ejemplo, así que no esperaremos a tener un dorado uniforme por toda la torta.

Si adicionamos levadura o masa madre, podemos hacer pan de pita en la sartén, haciendo tortas de 3 milimetros, para que haya espacio para la formación de burbujas. Podemos engrasar levemente esa sartén y rebajar la temperatura para que de tiempo a que se hinche uniendo todas las burbujas antes de que la corteza se endurezca. El aceite, como ya sabemos, evita que la corteza se fracture al hincharse el interior, aunque tiene limitaciones.

Ensalada de garbanzos

  • Garbanzos
  • Cebolla
  • Pimiento verde
  • Tomate cherry
  • Bonito en aceite de oliva
  • Vinagre
  • Sal marina fina
  • Aceite de oliva virgen extra
  • Crema de balsámico de modena

Una ensalada de garbanzos, o de cualquier otra legumbre, no es más que una simple ensalada de pasta a la que se sustituye esta pasta por la legumbre. Bien podríamos haberla sustituido por patata o arroz. Pero llega el calor y mucha gente deja de consumir legumbres, así que vamos a usarlas en ensalada.

Comenzaremos con dejar a remojo la noche previa los garbanzos en agua tibia, tras lavarlos y quitar todo el polvo que traen (se supone que las lavan antes de envasarlas, pero ese lavado se produce justo después de desgranar y aún permaneceran días en un almacen). Tradicionalmente se añade bicarbonato a este remojo, pero no me gusta la textura que adquiere, así que yo le añado sal gruesa marina.

Se supone que ese remojo debiera durar al menos 24 horas, para eliminar las toxinas que contienen todas las legumbres y cereales, o incluso dejar que fermente, pero con 12 horas será suficiente. Habréis leído mucho últimamente al respecto pero, por si acaso lo recuerdo, el agua de remojo la deberemos desechar siempre. Solo por comentar, la leche de avena o arroz es el agua en la que se ha remojado el cereal, que se debierá desechar por contener todas las toxinas de ese producto.

En un cazo, con abundante agua y un poco de sal, coceremos los garbanzos durante unos 40 minutos. Mientras, cortaremos el resto de ingredientes a juliana (en laminas finas).

Mezclamos todos los ingredientes y aliñamos.

Como véis no es una receta complicada. Pero viene bien recordar que es un alimento nutritivo, que contiene casi todas las vitaminas, son ricos en calcio, hierro y otros minerales, proteínas, etc, que se puede consumir igualmente en caliente o en frío (si nos pasamos de punto de cocción pierde muchísimo en frío).

Nos hemos de fijar bien en la fecha de envasado. Las legumbres secas tienen una caducidad máxima de un año. No es que a partir de esa fecha nos vaya a sentar mal, sino que estan viejas y, por ejemplo, van a quedar más duras de lo habitual, y eso sí nos puede sentar mal.