jueves, 31 de diciembre de 2015

Tarta montada de queso

En un cazo, al fuego, deshacer el queso con la nata, azúcar, gelatina hidratada (en 25 ml de agua fría) y sal. Cuando este bien disuelto, retirar del fuego, esperar a que temple y refrigerar durante 2 a 3 horas, hasta que la gelatina cuaje.

Desmenuzar las galletas y mezclar con la mantequilla hasta obtener una pasta granulosa más o menos uniforme. Forrar el fondo de un molde desmoldable con esta pasta, sin presionarla mucho, y refrigerar 10 minutos. Hornear esta base durante 10 minutos a 180ºC. Esto hará que se dore y que luego se deshaga en la boca. Enfriar la base antes de cubrirla (si vertemos el relleno sobre la base caliente, esta se ablandará absorviendo el líquido).

Pasamos la crema de queso y nata, que ya habrá solidificado, a un bol (o guardadla en la nevera directamente en uno, para facilitar los pasos) y montarla a conciencia. Esta receta se supone para 10-12 comensales, en un molde redondo de 18 cm. Si la montamos, duplica su tamaño, con lo que en un molde de 26 cm podemos servir una más que apetecible tarta para algún que otro comensal extra (las raciones no las solemos pesar, al ser un postre, y nos solemos fijar en el tamaño).

Una vez montada, ponemos una parte en una manga pastelera, con boquilla de estrella, con la que rellenaremos las paredes exteriores de la tarta, rellenando el interior con el resto de la crema montada. Deberemos pegar bien ambas natas para que no se separen al cortar la porción. Además, usaremos la manga pastelera para decorar la superficie, antes de agregar el glaseado.

Prepararemos un glaseado de frutas, al que adicionaremos 3 gr de gelatina en polvo (que hidrataremos en los propios zumos), para que tome cuerpo, y que verteremos sobre nuestra tarta, respetando las decoraciones, una vez haya templado un poco, para no deshacer la nata.

Dejamos enfriar de 2 a 3 horas, en la nevera, para que tome cuerpo.

Para servir, al desmoldar, pasaremos una puntilla o pala por el borde, para separar la nata del molde, antes de retirar las paredes del molde. Si pudiéramos forrar el interior del molde, en lo que a las paredes se refiere, con una lámina de acetato, muchísimo mejor, porque desmoldaríamos sin complicaciones. Este acetato no soporta calor, por lo que lo usaremos después de haber enfriado la base.

Como siempre, no uso gelatina en hoja por un motivo básico: hay que lavarla bajo el chorro de agua fría, una vez hidratada y antes de que se deshaga, para que pierda su sabor rancio, y hay que hacerlo al menos 3 veces, escurriendola en cada lavado.

Nata agria

La nata agría no es más que una coagulación de las proteinas del lacteo por acción de un ácido presente en la preparación. Veréis, mientras la preparais, que engorda rápidamente.
  • 200 ml nata 35% fría
  • 2 cdas zumo de limón
  • 2 cdas vinagre de vino blanco
  • pizca de sal
En un bol vertimos la nata fría y agregamos el limón. Removemos hasta integrar, observando como engorda la nata. A continuación, agregamos el vinagre y la sal, y volvemos a integrar. La preparación habrá cogido cuerpo, hasta el punto que parece nata semimontada.

Se usa mucho en repostería, sobre todo anglosajona, pero se puede usar también como acompañamiento de pescados, por ejemplo.

Una vez preparada, aguanta 1 semana en la nevera, bien tapada.

Como todo, hay mil recetas. Incluso podemos sustituir parte de esta nata por yogur.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Tarta bitter de chantilly (bizcocho sin harina, con chantilly)

Una tarta bitter es una tarta que parte de una base de bizcocho sin harina, igualadas sus imperfecciones con una ganache montada y napada con un baño espejo de chocolate. En este caso, por no querer abusar de la intensidad del chocolate, he sustituido la ganache por una crema chantilly montada.

Bizcocho sin harina:
  • 120 gr chocolate negro 70%
  • 120 gr azúcar glaçe
  • 100 gr mantequilla
  • 120 gr claras de huevo (4 claras)
  • 36 gr yemas de huevo (2 yemas)
  • 6 gr cacao en polvo
  • pizca sal marina fina
En un bol mezclamos todo el azúcar con las claras, de manera que quede todo el azúcar humedecido, y semimontamos la mezcla, con una pizca de sal. Incorporamos el cacao y terminamos de montar. No es necesario un montado fuerte, con que se dibuje un poco las varillas en la superficie es más que suficiente. Para montar el merengue, es recomendable que las claras estén a temperatura ambiente, o más calientes, y, si usamos batidor eléctrico, le daremos caña a máxima potencia.

Por otro lado, derretimos el chocolate junto con la mantequilla, a no más de 45º, y, fuera del fuego, incorporamos las yemas a la mezcla.

Mezclamos los dos preparados con movimientos envolventes, de modo que las claras no desmonten (una pequeña parte del merengue lo mezclamos sin contemplaciones, el resto con cuidado) y vertemos la masa en el interior de un molde de 20 cm. En mi caso, he usado un molde desmontable de 26 cm, que usaré para transporte, forrado con papel de horno en su base y con una lata circular ajustable, que contendrá la masa (se llama lata a los moldes sin base), pero podéis colocar vuestra lata sobre una bandeja de horno forrada de papel. Como vereis más adelante, vamos a mover bastante este bizcocho, por lo que conviene usar una base que lo facilite.

Horneamos el bizcocho durante 35 minutos a 180ºC, sin aire. No he probado a hacerlo sin aire y no se como resultará y si influirá que no tenga harina. El bizcocho, al pincharlo, deberá estar cocinado en su interior. Se habrá hinchado y tendrá una bonita corteza. Cuando saquemos el bizcocho del horno y lo pongamos a enfriar sobre una rejilla observaremos como se deshincha y como la corteza se quiebra y separa del resto. Si nos fijamos bien, en lugar de un bizcocho, realmente estamos trabajando una trufa mezclada con un merengue horneado y resulta al degustarlo como una trufa cocida ligera que mantiene la forma (al menos, esa impresión me ha dado, aunque yo he montado el merengue totalmente y eso puede variar la consistencia interior). Por desgracia, no he sacado foto del bizcocho horneado, pero lo solucionaré en unos días.

Crema chantilly montada:
Una chantilly es una nata aromatizada con vainilla. Derivando de esta crema se pueden preparar chantillies de café, naranja, limón, canela, etc, siguiendo un sencillo proceso: infusionar la nata y, si se usamos un cítrico, añadiendo zumo después de montar la crema.

En un cazo ponemos a calentar la nata con las semillas y cascara de media vaina de vainilla. Cuando vaya a romper a hervir, retiramos del fuego, tapamos y dejamos que enfríe. La nata se aromatizará con la vainilla durante este proceso de infusionado. Retiramos la cascara, que limpiaremos con agua y secaremos, y la sumergimos en azúcar para tener, para otra preparación, azúcar avainillado. La nata, ya templada, la introducimos en la nevera y esperamos a que enfríe, dado que necesitamos que este muy fría para poder montarla. Algunos chefs colarían la nata para eliminar los puntos negros de la vainilla, pero la mayoría preferimos mantenerlos, por estética y porque muestra que estamos usando vainilla natural y no cualquier preparado artificial (esencias, extractos, etc, que contienen, de contener, cantidades mínimas de vainilla).

En un cuenco ponemos a hidratar la gelatina con agua fría. Uso gelatina en polvo por una simple razón, la gelatina en hojas es salada y hay que lavarla hasta tres veces bajo el grifo, después de hidratarla, antes de que se deshaga.

Montamos la crema a un punto bien fuerte. Para montarla, añadimos un poco de azúcar y, con batidor eléctrico, batimos a potencia baja-media para formar burbujas de aire, incrementando poco a poco la potencia para montarla. Cuando este medio montada, incorporamos el resto del azúcar y seguimos montando. Cuando casi este, calentamos la gelatina en el microondas durante 10-15 segundos (que este bien licuada) y la incorporamos mientras seguimos montando. Para evitar que la nata se convierta en mantequilla, dejamos de montar mientras derretimos la gelatina. La nata se convierte en mantequilla por sobremontado o exceso de calor, volviendose amarilla y granulandose.

Retiramos la lata que rodea al bizcocho, que ya estará frío (podemos enfriarlo bien en la nevera, después de templarlo a temperatura ambiente) y lo cubrimos con la crema chantilly. Para extender bien la crema y alisar la superficie usaremos una espátula de codo. Deberemos cubrir con la crema tanto los lados como la superficie. El bizcocho, como recordaréis, esta cubierto por una corteza quebrada bastante dulce. Tenemos la opción de retirarla e, incluso, de dar la vuelta al bizcocho para cubrirlo por su base. En mi caso, he preferido dejar los toques crujientes en la superficie, que se ha mezclado con la nata, por eso, si analizáis el detalle del corte hay dos cremas sobre el bizcocho. La más amarilla es parte de esa crema chantilly mezclada con esa corteza, alisando la superficie. La segunda capa, chantilly dando volumen a la tarta.

Introducimos la tarta en la nevera y dejamos que enfría durante al menos 10 minutos. En ese tiempo la gelatina habrá hecho efecto y evitará que la nata se desmonte durante el traslado, facilitando, además, el corte.

Baño espejo:
  • 125 gr azúcar
  • 100 gr agua
  • 50 gr cacao en polvo
  • 75 gr mantequilla
  • 75 gr chocolate negro 70%
En un cazo llevamos a ebullición el agua con el azúcar. Cuanto más tiempo mantengamos el hervor, más consistente será el baño. En este caso, nos interesa un baño liviano, por lo que retiraremos del fuego nuestro almíbar tras unos pocos segundos de hervor. Incorporamos el cacao al almíbar aún caliente, removiendo bien, fuera del fuego, para que no se queme.

Cuando la temperatura del almíbar chocolateado haya rebajado los 45ºC (habrá dejado de humear, más o menos a 60ºC, y no quemará al introducir el dedo) incorporamos la mantequilla y el chocolate troceado. No es necesario que estén derretidos previamente, puesto que aún quedará temperatura para derretirlos con el almíbar.

La tarta, que abremos sacado de la nevera justo antes, la colocamos sobre una rejilla. Bajo la rejilla colocamos un trozo de papel de hornear, para recoger el sobrante del baño. Para trasladar la tarta hasta la rejilla, aprovecharemos que nuestra base descansa sobre un trozo de papel, que recortaremos al ras de la tarta, dejando un centímetro de margen, para poder manejarla. El baño es bastante pringoso, así que nos aprovecharemos de ese papel de base. Vertemos el baño sobre la tarta, procurando que cubra toda la tarta, incluidos los bordes, haciendo vibrar la rejilla después para que caiga el exceso. Como la nata esta fría, la cobertura cuajará casi inmediatamente. Dejamos unos minutos escurrir el exceso y volvemos a trasladar nuestra tarta, ayudandonos del papel, al molde desmontable de transporte. Cubrimos con film e introducimos en la nevera.

Cuando vayamos a servir, pondremos nuestra tarta sobre un plato, con o sin papel. En el momento de cubrir la tarta con el baño hubiera sido un buen momento para retirar el papel, pero no dispongo de una rejilla enfriadora, sino que uso una rejilla de horno estándar, y no cuento con una base expositora ni caja de transporte. Es más feo presentarla con el papel original, pero me supone ahorrarme quebraderos de cabeza al manejarla.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Brownie de chocolate tradicional

En una sartén doramos las nueces con la sal, dándoles vueltas para que no se quemen. Dejamos enfriar en la propia sartén.

En un cazo derretimos el chocolate con la mantequilla. Como se trata de chocolate puro podemos hacerlo directamente al fuego, sin baño maría, porque tolera mejor el calor (el resto de chocolates no deberán sobrepasar los 50ºC, 40ºC si es blanco).

Fuera del fuego, incorporamos el azúcar y uno a uno los huevos. No batiremos en exceso para evitar incorporar aire a la masa, con lo que se abizcocharía. A medida que incorporemos los huevos veremos como se aglutina, es normal.

Incorporamos la harina y el cacao tamizados y mezclamos hasta que este bien integrado.

Las nueces, ya frías, las cortamos con un cuchillo, reservando unas pocas para decorar. Incorporamos las nueces troceadas en la masa, con toda la sal que no se haya pegado a las nueces durante el dorado.

Vertemos nuestro preparado en moldes individuales, o en uno grande cuadrado, colocando las nueces enteras, partidas por la mitad, decorando cada una de las porciones. Estos moldes, aún siendo de silicona, los engrasaremos.

Horneamos a 180ºC durante unos 20 minutos. Para comprobar el punto, la superficie que será originalmente brillante, se habrá vuelto mate. Deberemos interrumpir el horneado justo cuando ocurra este cambio de brillo. De hornear más tiempo, se secará el interior, y este es un bizcocho jugoso sin alveolos. Por supuesto, la típica prueba de clavar un bastón de bambú carece de sentido, porque si el punto es el correcto saldrá siempre manchado, y se secaría por culpa de la perforación.

Dejamos enfriar, sobre una rejilla, sin desmoldar durante una hora.

Al haber tostado las nueces, se desharán en la boca con suma facilidad. Si no vamos a incorporar nueces, ni otro relleno, incorporaremos igualmente la sal a nuestra preparación. Al ser sal gruesa nos encontraremos bocados dispares, a cada cual más sabroso.

El azúcar moreno deberá ser puro (recordemos que existe versión industrial obtenida tiñendo el azúcar blanco con melazas). Este azúcar lo usamos para que este más jugoso nuestro brownie. Para potenciar el sabor y aromatizar aún más el brownie, sustituimos una parte del azúcar blanco por avainillado, o incorporamos una cucharadita de pasta de vainilla (semillas de vainilla)

Por norma mis recetas de chocolate usan tabletas de chocolate amargo, fijandonos en los ingredientes para que tenga un mínimo de un 70% de cacao. El resto es manteca de cacao, para que solidifique, y azúcar. Si tuvieramos que hacer decoraciones en chocolate que deban mantener una forma determinada, usaríamos chocolate fondant o de pastelería, porque ese porcentaje restante contiene bastante manteca, que ayuda a la solidificación. Esta receta parte ya directamente de un chocolate lo más puro posible. Necesitamos chocolate, sin azúcar ni manteca añadida, pero eso es difícil y, sobre todo, caro, así que nos contentamos con la típica tableta amarga de alto contenido en cacao. En el super, por ejemplo, también encontraremos chocolate puro que en los ingredientes indica un 52% de cacao. ¿Qué quiere decir esto? Pues que el chocolate normal, además de pasta de cacao, manteca y azúcar, suele contener algarrobo u otro sustituto, y algunos incluso vainilla. Este llamado puro solo contiene pasta de cacao, manteca y azúcar. Pero, dado que, como digo, para nuestra receta nos interesa un chocolate amargo lo más puro posible, en un 85% hay más pasta de cacao, por muchos aditivos que tenga, que en un 52%. Por supuesto, cuanto más algarrobo u otros aditivos tenga el chocolate, o menos porcentaje de cacao, peor será el chocolate, como ocurre con la mayoría de figuritas de chocolate, chocolatinas, tabletas de chocolate con leche, o infinidad de tabletas variadas como la de dulce de leche de Nestle, que no contiene ni un 15% de pasta de cacao.

El cacao en polvo se obtiene del prensado de la baya de cacao. Se va extrayendo pasta de cacao hasta que no se puede extraer más. El resto, tras secarlo, se tritura para obtener el polvo, que es chocolate 100%, pero ausente de manteca, etc, por lo que no se usa en el formado de la tableta. Este cacao en polvo se usa para, entre otras cosas, acentuar el olor a chocolate.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Bizcocho genoves de cacao (para rellenar o hacer brazo de gitano)

Típico bizcocho suave y esponjoso para rellenar. El indicado para hacer brazos de gitano.
  • 120 gr azúcar
  • 100 gr harina de repostería tamizada (20 gr maizena)
  • 10 gr cacao en polvo
  • 4 huevos L templados
  • pizca de sal
Batir las yemas con el azúcar hasta que blanqueen (se aclarará el color de la yema).

Mezclar con la maizena (se restará de la cantidad de harina), harina y cacao, que tamizaremos para evitar grumos. Incorporamos poco a poco los ingredientes secos sobre las yemas.

Montamos las claras medio firmes, con una pizca de sal (ayudará a crear burbujas de aire). Mezclamos un tercio de ellas con la masa rápidamente y el resto con movimientos envolventes, evitando que se desmonten, hasta que quede una crema espumosa uniforme. Ese primer tercio, aunque se desmonte, facilitará la integración del resto al licuar y humedecer la masa un poco.

Hornear a 160ºC, con aire, durante 15-20 minutos (a 180ºC, si no disponemos de aire), y dejar enfriar, después, sobre una rejilla. La masa crecerá en el horno, y se contraerá al enfriarse.

Dividir el bizcocho en lonchas de un centímetro y medio, con una lira o con un cuchillo de pan, para rellenarlo, y emborracharlo con un almíbar TPT, para que no este seco ni gomoso. Se usa para soportar el peso y humedad de mousses, por lo que debe ser consistente a la par que esponjoso, y, sobre todo, es el bizcocho de los brazos de gitano, extendiendolo sobre una bandeja y horneandolo tan solo 8-10 minutos, o hasta que dore levemente (luego se enrolla en un trapo humedo).

No impregnar el molde con mantequilla ni harina. Si acaso, con un poco de azúcar, para ayudar a que crezca (puntos de apoyo para que se agarre el huevo al expandirse). La harina secaría nuestro bizcocho, extrayendo la humedad interior.

Un almíbar TPT (tanto por tanto) es un almíbar que tiene tanto líquido como azúcar, por ejemplo, un almíbar de chocolate:
  • 100 gr azúcar
  • 100 ml agua
  • 10 gr chocolate 70%
Llevar a ebullición el agua con el azúcar y, fuera del fuego, incorporar el chocolate, que esperaremos a derretir. Dejamos que temple para bañar el bizcocho, que deberá estar aún caliente para una mejor absorción.

Podemos sustituir parte del agua por ron, coñac o cualquier otro líquido, como zumo de limón o naranja.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Galletas danesas de mantequilla

  • 300 gr mantequilla blanda
  • 2 huevos L
  • 350 gr harina de repostería tamizada
  • 250 gr azúcar
  • pizca de sal (menos de 0,5 gr)
  • 2,5 gr cacao en polvo
Batimos la mantequilla con el azúcar, hasta formar una crema. La mantequilla deberá estar blanda antes de empezar.

Añadimos uno a uno los huevos y seguimos batiendo, usando unas varillas.

Cuando vayamos a incorporar la harina cambiamos de utensilio a una pala, cuchara o espátula. Las varillas podrían destruir el gluten y lo necesitamos para que absorva el exceso de líquido. Incorporamos poco a poco la harina, hasta obtener una pasta pegajosa.

Reservamos la mitad de la masa, a la que incorporaremos el cacao.

Realizamos un leve amasado a la masa, para ayudar a que coja cuerpo. Enfriamos la masa, al menos 30 minutos, para que la mantequilla se endurezca y las galletas no pierdan la forma durante el horneado (las de la foto no han sido suficientemente enfriadas :-P).

Para darle forma tenemos dos maneras:
  • Enfriando la masa (10 minutos en el congelador) entre dos pliegues de papel encerado, que aplanaremos hasta un grosor de 0,5 cm con un rodillo, y cortaremos con un cortagalletas, ya en frío.
  • Introducir la masa, a temperatura ambiente, en una manga pastelera, que escudillaremos (hacer salir la masa por la boquilla, formando montoncitos) para formar las galletas y que enfriaremos antes de hornear.

Hornearemos las galletas a 160ºC, con aire (o 180ºC sin aire), durante 15 minutos. Enfriando, a continuación, las galletas sobre una rejilla.

martes, 17 de noviembre de 2015

Albóndigas de carne tradicionales

  • 1 kg carne picada de novilla
  • 1 diente de ajo picado
  • 1/2 vaso de leche
  • miga de pan
  • perejil picado
  • pimienta negra molida
  • aceite de oliva virgen extra
  • sal marina gruesa
Admite muchisimos otros condimentos, como cebolla picada y pochada. Si queremos un toque marroquí, podemos agregarle un poco de comino (ese aroma tan característico de los pinchos morunos). ¿Y cuánto pan necesitamos? Depende del pan, lo suficiente para que absorba toda la leche y se deshaga en ella, preferiblemente no usar pan dulce, es decir, de molde.

Mezclar todos los ingredientes y hacer bolas de unos 3 cm de diámetro, que pasaremos por harina, impregnándolas muy levemente. De enharinarlas bien, se quemaría el exceso en el aceite dando sabor a quemado a las siguientes.

Las freímos en abundante aceite, que cubra nuestras albóndigas hasta la mitad, haciéndolas 2 minutos por cada lado, a fuego medio-fuerte (7 u 8 sobre 9).

Quedará el centro cocinado pero poco hecho. Ya se terminarán de cocinar cuando las sumerjamos en la salsa.

Podremos acompañarlas con cualquier salsa, ya sea tomate frito, salsa blanca de cebolla, salsa española, etc.

Empanadillas de manzana y canela

Una variante de la tarta de manzana, al estilo americano, o de las empanadillas al horno.
  • obleas de empanadilla
  • 1 manzana Reineta
  • 1 cdta azúcar
  • 1 cdta canela en polvo
  • 1 cdta mantequilla
Troceamos en laminas menudas las manzanas, sin pelar pero descorazonadas. Mezclamos con el azúcar y la canela.

Las obleas, las rellenamos con el preparado anterior y añadimos una pizca de mantequilla. Deberán quedar lo más repletas posible, sin importar si se rompe la masa. Cerramos las empanadillas y las pinchamos con un tenedor, para que pueda escapar el vapor de la cocción de la manzana y no se hinche la masa en exceso.

Horneamos 20 minutos a 180ºC y 5 minutos más a 200ºC. El dorado dependera de si untamos la superficie con leche, huevo batido o nada (este es mi caso).

Dejamos enfriar sobre una rejilla, espolvoreando azúcar sobre ellas, y consumimos templadas. Opcionalmente, podemos quemar el azúcar espolvoreado con un soplete.

Manzanas asadas

  • 1 manzana Reineta o Golden grande
  • 1 cdta mantequilla
  • 1 cdta brandy o jerez
  • 1 cdta azúcar
Otro clásico que tiene mil variantes. Se le puede incorporar canela en polvo o en rama, vino dulce, azúcar moreno, whisky, azúcar avainillado, etc o restar la mantequilla, por ejemplo.

Lo primero de todo es elegir la manzana a usar. La más adecuada será la Reineta, por su acidez y porque mantiene la forma. Buen sustituto será la Golden, pero necesitará más tiempo. Ninguna otra manzana es apta para esta preparación, porque se deshacen.

Comenzamos descorazonando las manzanas, para ello apoyamos la manzana sobre el rabo y pinchamos con un descorazonador por la base, extrayendo las pepitas. Se suele recomendar conservar la txapela, es decir, la sección que acompaña al rabo, para tapar e impedir que se cocine en exceso el interior y, por tanto, se desarme la manzana. Aún más, hay quien no atraviesa completamente la manzana y usa el descorazonador unicamente para marcar por donde deberemos extraer posteriormente, con una puntilla, las pepitas y el culo de la manzana, conservando la txapela intacta, aún unida a la manzana.

Rellenamos la manzana con nuestros aromatizantes y, colocando el rabo hacia arriba, distribuimos nuestras manzanas, separadas unas de otras, en una fuente de horno.

Horneamos durante 25-30 minutos a 200ºC sin aire. A falta de 5 minutos, espolvoreamos un extra de azúcar sobre la manzana y seguimos horneando. De tratarse de una manzana Golden, extendemos el tiempo de horneado 15 minutos más, hasta un total de 45 minutos.

Una vez finalizado el tiempo de horneado, extraemos las manzanas del horno y napamos con los jugos que ha generado. Esperamos a que se enfríe para consumirlas. Se pueden acompañar, por ejemplo, con nata montada.

Tortilla de patatas o española

Un básico de la cocina española y del que últimamente vemos muchas aberraciones en los bares, o nunca han sabido prepararla.
  • 3 patatas grandes Monalisa
  • 1 cebolla blanca
  • 1 diente de ajo
  • 6 huevos L
  • aceite de oliva virgen extra
  • sal marina fina
Como siempre, en cada casa lleva unos ingredientes. Obligatorios las patatas, los huevos, el aceite y la sal.

Comenzamos picando muy bien la cebolla y el ajo, brunoise, para que sea casi imperceptible en boca. Estos los pondremos en una sartén con abundante aceite a que se vayan pochando (fuego medio-alto).

Mientras, pelamos las patatas y las cortamos. Dos métodos, a mano, en pequeñas lascas, o en tabla, en laminas de 2 milímetros y superficie 1,5 cm x 1,5 cm. Para este último, cortamos la patata en secciones de 1,5 cm, que dividiremos a su vez en bastones de 1,5 cm, para luego seccionarlos en lonchas de un máximo de 2 milímetros. En ningún caso las cortaremos en dados, dado que luego costará distribuir la patata por la tortilla y normalmente abusaremos del huevo para corregirlo.

Cuando la cebolla comience a transparentar, añadimos a la sartén nuestras patatas, que cocinaremos a fuego medio (6 sobre 9, apróximadamente a 60-65ºC), de modo que el aceite burbujeé levemente, confitándose la patata, sin llegar a dorarse. Sí, la patata no se fríe, se confita, y por supuesto no se cuece. De vez en cuando, con un utensilio de madera, nos acercaremos a la sartén a mover las patatas para que no se doren ni se peguen unas a otras. Habrá que esperar unos 20 minutos (no lo he medido y depende del tipo de patata y grado de humedad de la misma) hasta que las patatas estén tiernas y confitadas (se desarmaran al contacto). Retiramos del fuego y escurrimos bien de aceite.

Sin necesidad de esperar a que enfríe, sazonamos y añadimos los huevos batidos (los huevos cuajan a 65ºC y hemos confitado la patata justo a esa temperatura, por lo que fuera del fuego ya se ha rebajado esa temperatura). Para controlar el punto de sazón, probaremos las patatas, aún sin huevo, de modo que queden levemente saladas, puesto que al añadir el huevo se corregirá (se puede probar también después de mezclar todo).

En una sartén caliente con una cucharada de aceite, incorporamos nuestra preparación, alisándola bien con un tenedor. Moveremos, sin levantar del fuego (medio-fuerte, 7 sobre 9, apróximadamente 65-70ºC), nuestra sartén en movimientos circulares, de modo que la tortilla golpee levemente el lateral y vaya cogiendo forma (el borde superior de la sartén deberá ser más ancho que el fondo de la misma y el canto del fondo curvo).

Cuando comience a salir espuma por el lateral de la tortilla, será el momento de dar la vuelta. Para ello, tomamos un plato más ancho que la sartén, lo colocamos sobre ella y, en el aire, le damos la vuelta, girando después la sartén, para que se desprenda la tortilla sobre el plato sin romperse (con o sin experiencia, mejor hacerlo sobre el fregadero, por si escapa algo). Deslizamos nuevamente la tortilla dentro de la sartén y esperamos a que vuelva a burbujear el canto, sin dejar de moverla para terminar de darle forma. Para emplatar, volveremos a usar un plato siguiendo el mismo proceder.

Una vez dominada la tortilla básica vienen los cambios de cada casa, es decir, hacerla más, menos jugosa, reducir y aumentar el grosor, o incorporar ingredientes. Truco para que siempre este jugosa, que aplica una amiga y jefa de mi mujer, un chorrito de leche al mezclar los ingredientes, pero habrá que añadir un poco de huevo extra.

Perdón por el tono doradito de la tortilla. Cosas de parar para hacer la foto :-P

jueves, 12 de noviembre de 2015

Casquería de pollo al jerez (higaditos y mollejas)

Higaditos al jerez
La casquería de este ave comprende mollejas, hígado, riñones, corazón y, curiosamente, cuello y carcasa.

No vamos a preparar toda la casquería junta porque cada pieza tiene un tiempo de cocción, pero si vamos a preparar las dos más habituales en la sección correspondiente del supermercado. Esto es, mollejas e higaditos. Los ingredientes son practicamente los mismos y admiten los mismos condimentos, como pueda ser pimentón, azafrán o pimientas.
  • 200 gr mollejas o higaditos bien limpios (sin restos de bilis, pieles amarillentas o grasas)
  • 1/4 cebolla roja picada
  • 1 diente de ajo pequeño picado
  • chorrito de brandy o jerez
  • 50 ml agua
  • 2 gr maizena
  • 1 cda aceite de oliva virgen extra
  • sal marina fina
Troceamos la casquería a pedazos de bocado. En el caso de las mollejas, cortamos en tres partes cada una, por la sección más gruesa.

Comenzamos rehogando la cebolla, a fuego medio-fuerte, en una sartén con un poco de aceite. Cuando comience a dorar, añadimos el ajo y cuando éste coja un ligero color, añadimos la casquería, que rehogaremos bien a fin de que coja color por su superficie. Sazonamos.

Vertemos un pequeño chorro de brandy sobre nuestro preparado (10 ml, por ejemplo) y esperamos a que evapore, antes de añadir el agua.

Aquí surgen las diferencias. Los higaditos son muy frágiles, así que añadiremos solo una cucharada de agua que evaporaremos mientras se cocina la preparación. El interior deberá quedar rosado. Las mollejas, al igual que el corazón, necesitan de una cocción prolongada para ablandarse, que puede ser ayudada con sustos.

Mollejas al jerez
En el caso de estas carnes tiesas, añadimos agua y cuando vaya turbiandose (el agua dejará de ser transparente) iremos asustando la cocción (añadiendo un chorrito de agua fría que corte la ebullición) hasta tres veces. Como digo, esto no será necesario con los higaditos porque se pasarían de cocción.

Cuando nuestra casquería este lista (se puede pinchar con un tenedor de madera o supone una leve resistencia a la presión) la reservamos y subimos el fuego. Añadimos una pizca de maizena (la punta de una cucharilla) diluida en unos 10 ml de agua y dejamos que hierva durante unos minutos hasta que coja cuerpo el jugo, moviéndolo de vez en cuando para que no se agarre.

Una vez fuera del fuego, reincorporamos la casquería, para que retome calor y se mezcle con el jugo reducido, y servimos.

La incorporación de maizena es opcional, pudiendo reducir la salsa a fuego fuerte. El retirar la casquería del fuego, mientras reducimos la salsa, además de cortar la cocción, hace que reabsorva sus jugos, quedando más tierna y jugosa.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Tarta de manzana

Extender el hojaldre sobre un molde, preferiblemente de aluminio, para que dore por debajo fácilmente, y retirar el sobrante (si la plancha es rectangular, usar el sobrante para hacer un borde que contenga la crema). 

Pinchar la masa, para evitar que crezca durante el horneado, y cubrir con la crema pastelera. 

Laminar las manzanas, peladas y descorazonadas. Colocarlas sobre la crema, de modo que queden levemente incrustadas en la crema. 


Hornear a 200ºC sin aire durante 15 minutos. Cubrir con el glaseado y hornear 10 minutos más.


Sería interesante, si podéis, hornear a 180ºC con aire, quedando una masa más crujiente y un relleno más jugoso, al tiempo que el horno consume menos energía (a igual temperatura, consume menos, sumándole el decremento de la misma, para igualar resultado, consume aún menos). 

Si observáis que la base no sale todo lo crujiente que debiera, bajad la bandeja una altura y hornear solo por debajo un par de minutos. Apuntad para la próxima vez que lo debéis hornear directamente a esa altura. Recordemos que el horno calienta por fotones y la resistencia inferior esta tapada por una chapa de metal que limita mucho su potencia.

Realizaremos esta tarta ya sea en un molde circular de aluminio, tipo quiché, sobre la rejilla del horno, o bien directamente sobre la bandeja del horno, cubierta con papel encerado, construyendo con el hojaldre una tartaleta rectangular (se pellizca el borde del hojaldre para darle forma o, con los recortes, se construye una pared que retenga la crema). El hojaldre, si puede ser, de mantequilla, con unos granitos de sal sobre él para darle vida.

Se puede usar otro tipo de manzana, pero la Reineta Parda es ácida y le viene muy bien a esta tarta. La verde, por contra, es más amarga y no queda bien. Buen sustituto, aunque más sosa, es usar Golden. Smith no recomendable, dado que se deshará en agua y perderá todo su sabor.

Por comentar, tenéis también las versiones americanas, por si queréis probarlas:
  • Apple Pie (pastel de manzana, de origen alemán): Tartaleta de masa quebrada, rellena de manzanas con canela y azúcar, recubiertas con otra masa quebrada que será perforada para que escape el vapor. Pudiera tener pasas y nueces en su interior.
  • Apple Cake (tarta de manzana): Base de hojaldre, rellena de manzanas con canela y azúcar, cubierta con una rejilla de hojaldre, es decir, los recortes del hojaldre entrecruzados formando una celdilla.

Crema pastelera

  • 1/2 litro leche entera
  • 3 yemas de huevo
  • 2 cdas maizena
  • 75 gr azúcar
  • 25 gr mantequilla
  • cascara de limón (sin nada de blanco)
  • 1/2 rama de vainilla (o sustituir 12 gr de azúcar por avainillado)
Separar las yemas y cubrirlas con la maizena (ayudara a que engorde la crema más fácilmente). Poner a calentar la leche con la cascara de limón y los granos de vainilla.

Cuando vaya a romper a hervir, añadir el azúcar a las yemas y batir con varillas.
De añadir antes de tiempo el azúcar a las yemas, éste podría quemar a estas últimas no obteniendo el resultado deseado, así que esperaremos todo lo posible, es decir, hasta que rompa a hervir la leche. Retirar la cascara y verter parte de la leche sobre las yemas, para templarlas, y volver a poner todo al fuego, sin parar de batir. Cuando rompa a hervir de nuevo, retirar del fuego y añadir la mantequilla, batiendo hasta derretirla.

Cambiar la crema pastelera a un bol y, cuando deje de humear, cubrirla con film a piel (en contacto con la suficiente), para que no forme costra, y enfriar hasta 4°, para pasteurizar.
 

Si no nos apetecen los puntitos negros de la vainilla en nuestra crema, podemos colar el resultado cuando vertemos sobre el bol.

Se puede usar sin pasteurizar, es decir, sin bajar rápidamente la crema de 90ºC (temperatura a la que hierve) a 4ºC, impidiendo que las bacterias campen por nuestro producto. De hecho, muchas pastelerías rebajan la temperatura solo a 7ºC, pese a que sea una pasteurización incompleta, porque la maquina en la que hacen la crema solo baja a esa temperatura, maquina que, por cierto, mantiene en constante movimiento la crema impidiendo que tome cuerpo.

Lo más habitual en casa es que la preparemos para consumir inmediatamente o para añadir a una tarta que ira al horno, como la de manzana. En este caso no vamos a pasteurizarla. Si va a estar un rato largo al aire, la pasteurizamos con la dificultad añadida de que al enfriar coge cuerpo. Para encremarla después, sin romper las ramificaciones del almidón y el huevo, usaremos una lengua o pala, trabajandola con cuidado, como con un namelaka (ganache elástica).

martes, 10 de noviembre de 2015

Empanadillas horneadas

  • 12 obleas grandes de empanadilla (vienen 16 en el paquete)
  • 2 huevos L cocidos
  • 1 lata de bonito del norte en aceite de oliva
  • 30 gr aceitunas manzanilla sin hueso (1/2 blister)
  • 2 cdas tomate triturado o frito
El relleno es lo de menos. Le podemos meter casi cualquier cosa: pollo al curry, manitas de cerdo, txipirones en su tinta, crema pastelera, etc.

La masa, pese a ser un medio hojaldre, la podemos sustituir por masa de empanada, quedándonos un más que buen resultado y aprovechando el aceite de la conserva para hacer nuestra masa.

Para cocer los huevos hay distintas formulas. La que acostumbro a usar es sumergir los huevos en agua fría, con un poco de sal y vinagre, y llevarlos a ebullición. Coceremos los huevos durante 8 minutos y, tras pasarlos por agua fría, los pelaremos inmediatamente. La cascara del huevo, como ya debiéramos saber, es porosa, así que estamos salando el huevo durante la cocción. El vinagre lo incorporamos para matar las bacterias que tenga la cascara, pero solo añadiremos un chorrito para que no penetre su sabor en el huevo.

En un bol, mezclamos todos los ingredientes bien picados y escurridos. El exceso de líquido de nuestro relleno podría humedecer la masa. Este relleno lo repartiremos por nuestras obleas, colocando un poco en el centro de cada una y, aprovechando el papel que las acompaña, envolviendo el relleno con la masa, que cerraremos con ayuda de un tenedor. Como no las vamos a freír, no es tan grave si se nos agujerean al cerrarlas. Como mucho se secará nuestro relleno en el horno.

Extendemos nuestras empanadillas sobre una sabana de silicona o papel encerado, o con el propio papel que las acompaña, y las colocaremos sobre una bandeja de acero inoxidable. El material de la bandeja influirá en el resultado, por la conductividad calorífica de los materiales, obteniendo un dorado, tal vez extremo, si usamos una bandeja de aluminio. Así mismo, y por la misma razón, no usaremos papel de aluminio para dar base a nuestras obleas, entre otros motivos porque se nos pegaran al aluminio, por mucho que lo engrasemos.

En entradas anteriores hemos aprendido como funciona nuestro horno, así que asimilando lo que ya sabemos y pretendiendo que queden doradas tanto por encima como por debajo, sin tener que darles la vuelta, colocaremos nuestra bandeja en una posición inferior de las vías de las que dispone nuestro horno. Cuanto más abajo alojemos nuestra bandeja, más se dorará por debajo y menos por encima (esto último siempre se puede corregir). Así mismo, sabemos que si pintamos nuestra masa con leche, huevo o yema de huevo obtendremos un mayor dorado (cada pringue obtiene un resultado diferente, siendo el más liviano la leche y el más intenso la yema).

Precalentamos el horno a 180ºC con aire, quitando el aire cuando vayamos a hornear. Esto lo hacemos porque es más barato y rápido hornear con aire que sin él. Podemos probar a hornear con aire, pero habrá que restar 20ºC a nuestras temperaturas. Introducimos, como digo, nuestras empanadillas, pintadas con leche solo por encima, en una altura inferior y horneamos nuestras empanadillas durante 18 minutos y 2 minutos más a 200ºC. Sacamos las empanadillas y las dejamos templar sobre una rejilla, para que se ablande la corteza.

Se habrán hinchado y dorado ligeramente. Si nos interesa un tono más intenso, habrá que jugar con la altura de nuestra bandeja, material de la misma y pringue de la parte superior. Incrementar la temperatura o el tiempo de horneado puede secar nuestra empanadilla. En cualquier caso, recordad que la silicona no soporta ni grill ni temperaturas superiores a 230ºC.

Receta obtenida de Trasteando en la cocina, que pretenden ser recetas para Thermomix, pero que en este caso no la encuentro por ningún lado.

Tarta helada de queso y piña

Esta receta es la "tarta de piña" que prepara mi mujer. Cambiando ciertos pasos podría pasar por la típica tarta fría, que no helada, que prepara cualquiera en casa, pero ésta, por la consistencia de la capa de fruta y por su temperatura, no puede aspirar a ningún calificativo térmico que no sea helada.
  • 100 gr galletas tipo María
  • 50 gr mantequilla derretida
  • 115 gr queso untable, tipo Philadelphia
  • 185 gr leche condensada
  • zumo de 1 limón
  • 250 gr piña
  • 150 gr jugo de piña
  • 1 cda maizena
Comenzaremos triturando las galletas y mezclandolas con la mantequilla, previamente derretida. Este preparado lo colocaremos en el fondo de un molde desmontable de 15 cm, forrado con una hoja de papel, y lo presionaremos levemente, de modo que forme una base consistente pero no impenetrable.
Esta base la podemos sustituir por un streussel, sablée, pasta quebrada o por galletas Oreo trituradas, o incluso hornear la base para darle consistencia. Para mi es perfecta esta consistencia, aunque tal vez fuese más agradable un streussel (tierra crujiente de galleta) de cacao (mismos ingredientes que el de una galleta, pero la mantequilla se incorpora muy fría, cortada en daditos, y se deja de integrar cuando la mantequilla tiene un tamaño de unos 2 milímetros).
En un bol trituramos el queso, con la leche condensada y el zumo de limón. Esta será nuestra crema de queso, dulce y al mismo tiempo ácida, que verteremos sobre la base de galleta anterior. Podemos forrar la circunferencia interior de nuestro molde con acetato, o film, para facilitar el desmoldado y que quede más bonito el contorno.
Esta crema, cuando la saquemos del congelador, comenzará a licuarse. Para evitar este licuado, o retrasarlo, sería interesante incorporar gelatina a nuestra receta. Podría ser también interesante sustituir la leche condensada por nata líquida o montada, dependiendo del volúmen que queramos.

Hidratamos 10 gr de gelatina en polvo, por ejemplo, en 50 gr de agua (o leche) durante unos 5 minutos, y la derretimos llevándola al microondas durante 10 segundos, para incorporarla inmediatamente a la nata, de modo que tome consistencia al enfriar. Esta gelatina no puede pasar por la batidora una vez enfríe, porque romperíamos sus ramificaciones y no conseguiríamos la consistencia que deseamos, así que la incorporaremos en el proceso de montado o cuando la crema aún este a temperatura ambiente.
Para el glaseado helado, trituramos la piña y reservamos. En un cazo, llevamos a ebullición el jugo, al que añadiremos la maizena en el último segundo, para después de retirar del calor, incorporar la pulpa triturada. Usaremos esta pasta para cubrir nuestra tarta.
Esta cobertura es la que hace que esta tarta se considere helada, puesto que cuando la crema de queso este atemperada, esta capa aún estará congelada.

En primer lugar, mi mujer incorpora la maizena, sin diluir, directamente en el fuego. Yo reservaría un poco del jugo frío para disolverla antes de incorporarla al resto en ebullición, y evitar el riesgo de que salgan grumos.

Por otro lado, es una capa demasiado gruesa y con demasiado líquido, en mi opinión, que hace que cristalice al congelar y resulte difícil de comer, por su grosor y temperatura. Tal vez sería interesante sustituirla por un glaseado de fruta y, si no tenéis acceso a una mermelada de piña, incorporar pectina o gelatina al preparado, partiendo de piña natural triturada
Una vez montada nuestra tarta la llevaremos al congelador durante al menos 6 horas, cubriéndola con film para que no se llene de escarcha. La trasladaremos a la nevera una hora antes de consumirla, para que vaya templando.

En cuanto a las medidas, esta cantidad de piña y jugo corresponde a la mitad del contenido de una lata de piña en su jugo, la leche condensada a media lata pequeña y el queso a medio envase normal. La receta original, de hecho, usa las latas completas y se forma en un molde de 26 cm.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Tarta de queso japonesa

Creada por Ochikeron y publicada en YouTube hace unos pocos años.

A ver, se prepara en muy poco tiempo, es fácil, esponjosa y sabe a queso, pero es dulce y el huevo esta muy presente en el sabor. Indicada, si acaso, si se te presentan visitas y no tienes tiempo de preparar otra cosa.
  • 3 huevos L
  • 120 gr chocolate blanco
  • 120 gr requesón o queso crema, tipo Philadelphia.
  • pizca de sal
Empezamos separando las claras de las yemas. Las claras la conservaremos a temperatura ambiente, pues montan mejor que en frío y no van a estar más que unos pocos minutos al aire.

En un cazo ponemos a calentar agua. Cuando rompa a hervir, colocamos sobre el cazo un bol, de modo que el recipiente no entre en contacto con el agua, y bajamos el fuego a medio-alto, lo justo para mantener el hervor. Esto es lo que se llama un baño María. De entrar en contacto directo con el agua, el bol se calentaría demasiado y podría amarillear el chocolate (a más de 40ºC) o cuajar el huevo (entre 60 y 65ºC para la clara y entre 65 y 70ºC para la yema).

En ese bol derretimos el chocolate, con ayuda de una espátula o lengua. Cuando este bien derretido, añadimos el queso que integraremos perfectamente en el líquido. A continuación, aún al baño María, incorporamos las yemas y las disolvemos bien en nuestra ya crema. Retiramos del fuego, sin apagarlo, durante unos segundos. Si el chocolate se enfriase podría solidificar o, en cualquier caso, entorpecer el licuado del resto de ingredientes (por debajo de 29ºC).

Montamos las claras con una pizca de sal. Si vamos a usar batidora, con las varillas equipadas, potencia máxima, con movimientos envolventes, para generar cuanto antes burbujas de aire, que es lo que montara nuestras claras. Ese puntito de sal, además de dar vida a nuestro postre, ayudará a la creación de esas burbujas. No hace falta decir, o tal vez sí, que una pizca de sal se considera a toda aquella cantidad inferior a 1/8 de cucharadita, es decir, menos de 0.6 gr. Tenemos que montar las claras lo máximo posible, hasta que al dar la vuelta al cuenco en las que las estemos montando no caiga nada y queden bien firmes. Este proceso no llevará ni un minuto.

De vuelta con la crema, nuevamente sobre el fuego, incorporamos 1/3 del merengue (claras montadas) de manera rápida. Da igual que se desmonte, dado que usaremos esta mezcla para incorporar el resto de claras y que se empapen bien de todo su sabor. El resto del merengue lo integraremos con movimientos envolventes, cuidando de que se desmonten lo mínimo posible. El resultado final no tiene porque ser una crema homogénea, pudiendo quedar pequeños cúmulos de merengue, de un cm, sin integrar, porque se unificará en el horno. Ahora sí, retiramos del fuego.

Precalentamos el horno a 150ºC con aire (170ºC si no disponemos de función con aire). Forramos el interior de un molde de 13 cm con una hoja de papel de hornear, ajustándolo bien al contorno interior. Vertemos nuestra crema en el interior de ese molde forrado y lo colocamos sobre una fuente de horno de mayor tamaño (o la bandeja del horno), rellenando esta última con agua de manera que, esta vez sí, el agua entre en contacto con nuestro recipiente.

Hornearemos nuestra tarta durante 15 minutos a 150ºC, tras los cuales bajaremos la temperatura a 140ºC y hornearemos 15 minutos más. Para finalizar, aún sin abrir el horno, dejaremos que la tarta enfríe 15 minutos más en el interior de nuestro ya apagado horno. Pasado el tiempo, sacamos y dejamos templar sobre una rejilla. No es necesario introducirla en la nevera. Para decorar, un poco de azúcar glaçe, por ejemplo. Dada la reducida cantidad de queso que lleva, naparla con un glaseado puede terminar de comerse todo el sabor, ya reducido por el huevo y el dulzor del chocolate. Recordemos que si no disponéis de aire en vuestro horno, estas temperaturas habrá que incrementarlas en 20ºC.

Para desmoldar nada tan fácil como extraer el papel, con la tarta, de nuestro molde y presentarla sobre un plato de postre, ya sin el papel.

[EDITO] Aguanta muy pocas horas jugosa, así que habrá que taparla con film, o similar, y guardarla en lugar fresco.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Tarta de queso tradicional

Tradicionalmente siempre han existido tres recetas de tarta de queso, con sus variantes. Hoy día contamos con una cuarta para muy golosos. La receta que hoy os comparto pretende ser fiel a la que, en mi opinión, es la más autentica de todas, por respetar más fielmente el sabor del queso. De todas formas, no viene mal recordar cuales son las cuatro grandes tartas.
  1. Tarta de queso tradicional: La que nos ocupa. Sin base, horneada y que respeta el sabor del queso, en este caso requesón.
     
  2. Tarta de queso estilo Nueva York: Tarta horneada, con base de galleta, de queso de untar con crema agría. Necesita frío para terminar de asentarse.
     
  3. Tarta fría de queso: Con base de galleta, queso de untar y nata o leche condensada, dependiendo del goloso que la prepare, gelatinizada en nevera, que puede resultar ácida, y que suele aromatizarse con limón.
     
  4. Tarta de queso japonesa o dulce: Tarta de tan solo tres ingredientes, sin base, horneada y que tiene como ingrediente secreto chocolate blanco, lo que la convierte en una tarta para golosos.
     
  5. Tarta "fácil" de queso: Versión barata de nuestra tarta tradicional.
En primer lugar, recordar que el requesón no es un queso al uso, sino el primer paso para crear un queso. Si deseáis un fuerte sabor a queso, en primer lugar usaría un requesón de oveja y pudiera ser interesante incorporar a la mezcla ralladura de algún queso semicurado. Dado que normalmente se comercializa el requesón de vaca, para tener uno de oveja nos toca por narices hacerlo nosotros.
Requesón:
Es una receta muy sencilla. Simplemente llevamos a ebullición un litro de leche con el zumo de un limón. A los pocos minutos veremos como se disocia el suero del requesón, formando gránulos de este último. Cuando se haya disociado completamente -no quedará líquido blanco-, colamos el resultado y lo prensamos bien para deshacernos de todo el suero.
Y vamos con la receta de la tarta ...
  • 500 gr de requesón
  • 5 huevos L
  • 5 a 7 cdas azúcar
  • 200 ml nata liquida
  • 1 cda maizena
  • 1 yogur natural (opcional)
  • glaseado de fruta (opcional)
Triturar todos los ingredientes juntos y verterlos en un molde desmoldable de 24-26 cm. Para facilitar el desmoldado podemos forrar previamente el molde con papel encerado o film (soporta hasta 170ºC).

Hornear a 160ºC con aire, o 180ºC sin aire, durante 1 hora. Pasado el tiempo apagamos el horno y dejamos la tarta enfriar en su interior. Pasada la primera hora podemos naparla con el glaseado. Dejaremos enfriar aún 2 horas más antes de introducir en la nevera.

De un día para otro esta más rica, pero con enfriarla para degustarla vale. La razón de tan largo enfriado dentro del horno es terminar de asentar el lácteo de su interior.

Si nos interesase una tarta más suave, podemos adicionar un yogur para suavizar el sabor. La maizena se usa para aglutinar más fácilmente el interior.

La tarta debe hincharse dentro del horno y perder casi toda su hinchazón durante el horneado, quedando un bonito borde dorado. El interior de la circunferencia quedará de un tono acaramelado.

Glaseado de fruta

  • 100 gr azúcar
  • 3 cdas mermelada triturada
  • 2 cdas agua
  • 2 cdas zumo de limón
En un cazo ponemos al fuego todos los ingredientes sin parar de remover con una varilla, para que no se queme ni agarre. Tras romper a hervir observaremos una gran cantidad de burbujas, esto es el azúcar ya derretido y la evaporación del exceso de agua. Reservar para napar cualquier tarta.

Cuanto más tiempo lo tengamos al fuego, más concentrado estará. Si aún así necesitaramos más consistencia podremos agregar hasta 10 gr de gelatina en polvo (el agua pesa 30 gr y el zumo de limón 20 gr, con lo que, como máximo, podremos agregar 10 gr de gelatina en polvo, 1/5 del total de liquido). Recordemos que la mermelada ya contiene pectina, que es un gelificante natural presente en la mayoría de frutas, por lo que agregaremos, de agregar algo, muy poca gelatina.

Alguno se preguntará, ¿si vamos a evaporar el agua, porqué la agregamos? Sencillo, porque necesitamos una base acuosa para disolver el azúcar y que no se queme la mermelada mientras tanto. ¿Y el limón? Para añadirle la acidez que perdió la fruta al convertirse en mermelada, por la adición de azúcar, y para aprovechar la pectina presente en este cítrico, de modo que el resultado tenga la consistencia adecuada.

Si el glaseado tuviese restos de fruta, como pepitas, y no nos interesasen, podemos colar el resultado.

Receta original del libro de recetas del Restaurante Guria.

jueves, 29 de octubre de 2015

Concentrado de langostinos

  • 250 gr langostino blanco crudo
  • aceite de oliva virgen extra
  • chorrito de brandy (opcional)
Un simple, pero laborioso, concentrado de langostinos. Bien podría ser de cigalas o gambas.

Comenzamos pelando los langostinos y colocando estas cabezas, colas, cascaras y patas en un cazo o sartén.

A fuego fuerte iremos cocinando las cascaras hasta que doren, presionando las cabezas para que saquen sus jugos. Podemos dorarlo tanto como nos de la gana, sin llegar a quemarlo. Percibiremos en el olfato como se va intensificando el olor.

Como se habrá agarrado al fondo un poco la poca grasa que tiene el langostino, podemos verter un chorrito mínimo de brandy para ayudar a desgrasar el fondo. En cualquier caso, como nuestra preparación tiende a secarse, cuando este finalizado nuestro tostado, incorporamos un poco de aceite de oliva (podríamos hacer un aceite de langostinos dorándolos en aceite a fuego medio y dejándolos macerar en él un día antes de filtrarlo).

Pasamos nuestra preparación a un vaso y lo trituramos bien con la turmix. Dejaremos reposar un poco la pasta resultante para que el aceite que contiene extraiga todos los jugos y los restos tostados se hidraten.

Colamos el resultado, presionando con una cuchara y rascando el colador metálico, para que vaya soltando todas sus esencias. No es una preparación que generé abundante concentrado, sino todo lo contrario, y muy pastoso, así que habrá que rascar con una lengua o el reverso de un cuchillo el otro lado del colador, depositando la preciada pasta en un cuenco. Si viéramos que se puede sacar aún más sustancia, podemos rehidratar con una pizca de aceite crudo y volver a colar, presionando bien.

Fijaos que no he salado la preparación. Si fuera necesario sazonaré el plato que vaya a condimentar con este concentrado. Concretamente, he realizado este preparado para potenciar unos langostinos que irán en unas croquetas con boletus edulis y aerus. Sería una buena base para una sopa de pescado, o marisco, o para un arroz.

martes, 27 de octubre de 2015

Croquetas o Cocretas

Sí, tanto cocretas, como croquetas esta bien dicho. Creo recordar que una de ellas es castellano antiguo, pero no cual, en cualquier caso ambas vienen recogidas en el diccionario (cierto es que actualmente se agregan palabras mal escritas, simplemente porque mucha gente las usan mal y, como es lógico, lo normal es lo comúnmente utilizado, aunque originariamente fuese incorrecto. Pasar del castellano antiguo al moderno es una simple deformación del idioma).
  • 130 gr mantequilla
  • 20 gr aceite de oliva
  • 170 gr harina común
  • 900 ml leche entera
  • 125-150 gr tropiezos (jamón, txipirones en su tinta, chorizo frito, langostinos al ajillo, etc)
  • sal marina fina
Picamos bien el tropiezo que vaya a ir en el interior. Si van a ser txipirones, mejor usar congelados, que se picaran muy fácilmente en una picadora, más que los frescos o los cocinados (dado que irán con tintas y la bechamel camuflara su sabor, podemos sustituirlos por jibia, sepia o pota, que son más baratos).

Debido a una operación que me hicieron hace pocos años en la muñeca derecha, y dado que soy diestro, ya no hago la masa a mano, sino que le pido la Thermomix a mi ama. Posiblemente es para lo poco que sirve ese aparato. Entiendo que los que la compraron, dado su elevado coste, la glorifiquen, pero cuesta muchísimo más de lo que realmente consigues con ella, más si además no sabias cocinar con anterioridad, porque comete errores graves y, generalmente, sus recetas son erróneas (sí, consigues algo parecido a lo que el título de la receta dice, pero le falta mucho para ser lo que promete). Así que plasmaremos aquí las dos elaboraciones.

Comenzamos, en una cazuela, derritiendo la mantequilla con el aceite. En esta grasa cocinaremos bien la harina hasta que este toda doradita. De quedar algo de harina sin cocinar, se notará en la masa final y sobre todo en el paladar (primer fallo grave de usar maquina sin saber cocinar, porque generalmente queda algo de harina sin cocinar si simplemente sigues las instrucciones).

Incorporamos la leche poco a poco, al tiempo que removemos con una varilla, hasta integrarla toda. Cuando comience a engordar, que engordará, podemos incorporar el tropiezo. Como se trata de una bechamel para croquetas, esperaremos a que la textura quede bien marcada, es decir, la varilla haga surco marcado al moverla. Una vez incorporado el tropiezo, seguiremos cocinándola hasta que la salsa tome color y engorde un poquito más. Todo este proceso se hace a fuego medio, sabiendo que se agarrará un poco al fondo. En ningún momento dejaremos de mover la mano, para que ese agarre no torne en quemado, que echaría a perder nuestra masa.

Thermomix:
  1. Trocea el tropiezo 3 segundos al turbo. Sacar y reservar. Si fuera necesario picarlo más, en pulsaciones cortas para que no se sobrecaliente o queme el motor. 
  2. Pon el aceite y la mantequilla y programa 2 minutos a 100ºC a velocidad 2.
  3. Abrimos la tapa y añadimos la harina alrededor de las cuchillas. 4 minutos a 100ºC y velocidad 2.
  4. Si la harina no se hubiera cocinado toda, la empujamos y cocinamos 1 minuto más.
  5. Añadimos la leche y la sal. Mezclar 10 segundos a velocidad 6.
  6. Echa dos cucharadas de tropiezo y programa 15 minutos a 100ºC y velocidad 4 y, seguido, 10 minutos a 100ºC y velocidad 3.
  7. Cuando pare la maquina dejar reposar unos minutos sin quitar el vaso (para que se asienten los vapores y, entre otras cosas, no nos quememos). Pasados ese par de minutos, añadir el resto del tropiezo y mezclarlo un poco con una espátula. Programa 2 minutos a 100ºC y velocidad 2.
Verteremos inmediatamente sobre una fuente amplia, de manera que la masa tenga una altura máxima de 1 dedo, que cubriremos a piel con papel film. Cubrir a piel quiere decir en contacto con la superficie, evitando así que salga costra a la masa. Una vez templada, la dejaremos reposar en la nevera unas 8 horas, para que se asiente y coja consistencia.

El tropiezo deberá ser seco o lo más concentrado posible, es decir, desecharemos la mayor parte de la grasa de un chorizo frito, o reduciremos la salsa de un txipis en su tinta, etc.

Se forman grumos en la masa al incorporar leche a diferente temperatura de la que tiene la harina cocinada. Dos opciones, enfriar la harina antes de incorporar la leche, o verter leche caliente sobre la harina aún caliente. Siempre se puede usar la turmix para triturar los grumos.

La masa, una vez fría, se puede cortar a cuchillo y darle forma, o dejarla con la forma del corte, y rebozarla. A gusto del consumidor, pan rallado-huevo-pan rallado o harina-huevo-pan rallado. Congelaremos las croquetas en bolsas de plástico con un poco de pan rallado en su interior, para que absorba la humedad.

Las freiremos en aceite frío-templado, a fuego medio, para que no revienten, sin necesidad de descongelarlas, hasta que doren y el interior este blandito. ¿Cuánto aceite? Hasta que cubra más o menos la mitad de la croqueta, teniendo en cuenta que, por el principio de Arquimides, la superficie del aceite ascenderá al introducir las croquetas en el aceite. Las iremos dando vueltas cada poco, con ayuda de unas pinzas anchas de silicona o un par de tenedores, teniendo cuidado de no reventarlas.

Si las doramos bien obtendremos una "piel" crujiente. En cualquier caso, a medida que enfríen ira ablandándose la "piel". Como chuparan aceite, las sacaremos a un plato con papel absorvente (rollo de cocina).

Se puede sustituir parte de la leche por leche concentrada, que es una reducción a fuego lento de ésta, de modo que de cada 2 litros de leche obtenemos 1 litro de crema. Martín Berasategui hace algo parecido. Eso si, si usáis leche concentrada, hay que duplicar la cantidad de tropiezo, porque se come todo el sabor, tan delicada que sale.

Vainas con setas

  • puñado de vainas o judías verdes planas
  • 5 setas shiitake deshidratadas
  • pellizco de cantarelus deshidratadas
  • 1 diente de ajo
  • sal marina fina
  • aceite de oliva virgen extra
Comenzaremos cortando las vainas, tras limpiarlas y despuntarlas, en juliana. En una sartén, cubriendo justo con agua, cocemos 10 minutos las vainas (necesitan el doble de tiempo, pero vamos a guisarlas a continuación) con un poco de sal. Guardamos parte del caldo de cocción y escurrimos las vainas, reservandolas.

Lengua de vaca
Mientras cuece, hidratamos las setas en agua. Pudiéramos usar setas frescas, y ya puestos, usar lengua de vaca, que es la que mejor queda en esta preparación, pero tenía por aquí estas (shiitake compro deshidratadas en tienda de alimentación oriental para preparar comida asiática. Los cantarelus los secan mis suegros todos los años, junto con lengua de vaca ... pardillas, níscalos, boletus, txipis de monte, etc, consumimos frescos, tras recogerlos mis suegros en montes cercanos). Cuando estén bien hidratadas las laminamos, es decir, sin separar sombrero de pie, las cortamos en lonchas finas.

Cantarelus
En una sartén, con un poco de aceite, salteamos el ajo cortado en juliana. Antes de que comience a coger color, añadimos las setas que saltearemos. A medida que se vayan cocinando las setas irán cogiendo brillo y el ajo dorando. En cuanto las setas comiencen a brillar y el ajo coja algo de color, reincorporamos las vainas y sazonamos (de sazonar antes, perderemos los preciados jugos de la seta). Añadimos un poco de agua de la cocción y dejamos que se cocinen 10 minutos más.

En este punto, las vainas estarán al dente. Si necesitamos un punto más tierno, podremos seguir cocinando nuestro plato hasta que el ajo dore bien, teniendo en cuenta que la vaina también perderá su bonito color verde. Si fuera necesario, podemos incorporar más agua, que deberemos sazonar proporcionalmente. El agua, en cualquier caso, debiera evaporarse antes de servir.