domingo, 18 de octubre de 2015

Aceite picante de piparras

La semana pasada mi suegro nos trajo unas piparras (guindillas de Ibarra) frescas, para freír, que prometían ser picantes. Mi suegra y yo, que nos encanta el picante, nos frotábamos las manos ante la expectativa de poder degustarlas. ¡Dios! ¡Cómo picaban! Las piparras, por suerte o desgracia, pican en cielo de la boca y labios, y rara vez en el paladar. Estas picaban tanto, que tuvimos que parar, esperar a que se pasase el efecto y poder continuar, no sin soltar alguna lágrima por el picor de alguna puñetera. ¿A quién, que le guste el picante, no busca precisamente algo que le haga llorar? Tras investigar in situ un poco, nos dimos cuenta que eran exclusivamente las semillas las que picaban. Si conocéis las piparras sabréis que las semillas no se concentran junto al rabo, sino que se extienden por toda la piparra, por lo que no vale morder la punta para saber si va a picar el resto.

Tras la experiencia, decidí hacer un aceite para conservar ese picor extremo y poder aprovecharlo para otros platos. A diferencia de otros picantes, este no da sabor a la comida, así que es perfecto para hacer aceite.

Hoy, mi suegro me ha traído más piparras, que inmediatamente he preparado.
  • 8 piparras frescas
  • 350 ml aceite de oliva virgen extra picual
  • 1 cdtas sal marina gruesa
Las semillas de la piparra, en crudo, no pican. Hace falta sumergirlas en vinagre o freírlas (ambas las cocinan) para que desprendan su maravilloso secreto.

Comenzamos seccionando la punta de las piparras, para que el líquido que puedan contener salga y no salpique al freírlas. En una sartén, con aceite frío, colocamos las piparras y las freímos a fuego medio-fuerte, procurando que el aceite no se queme (si humea, se ha quemado). Las retiramos inmediatamente a un plato y las sazonamos.

En cuanto templen un poco, las abrimos en canal para, con una cucharilla, ir sacando todas las semillas y filamentos carnosos del interior de la piparra, que iremos vertiendo en el interior de una botella de cristal (mi suegro me ha traído también 4 botellitas de 0.20 ml, con pitorro, que ha comprado en un "chino" a 0.75 €/ud, de las que usaré dos). Además, rellenamos las botellas con el aceite que hemos usado para la fritura y, si fuera necesario, un extra de aceite crudo caliente.

Dejaremos reposar el aceite, en un lugar oscuro, al menos un día. Cuanto más repose, más picará, y posiblemente lo comience a consumir en una semana o dos.

La carne de las piparras, junto con alguna semilla suelta que ha quedado, las he aprovechado para acompañar a un huevo frito. Hoy me venían perfectas, puesto que llevo todo el día resfriado y el picante es mano de santo. Mañana, de todas formas, me meteré con el zumo de limón con miel y jengibre. A puntito estaba de comprar un tubo de wasabi (rábano picante rallado, realmente .. el wasabi es tan caro y escaso que solo algunos restaurantes japoneses se lo pueden permitir, y solo en japón). Si alguno habéis tenido el placer de probarlo (cada vez que voy al japo lo como a cucharadas) sabréis que es un picante que sale rápidamente por las fosas nasales, sin afectar a nada más, y que no provoca lágrimas.

Si las sumergís en vinagre, os encontrareis con que pasado algún tiempo aún pican, pero si os pasáis de tiempo pasan a ser piparras encurtidas sin ningún tipo de picor, que es lo que suele pasar con las piparras comerciales.

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